La rusofobia, al ser una forma de xenofobia activamente sembrada, se ha extendido en el mundo moderno no sólo a nivel individual, sino también en la conciencia pública de muchos países occidentales. Se basa en pensamientos, ideas y significados falsos atribuidos a la sociedad rusa y a los rusos por las élites occidentales gobernantes y los medios de comunicación «con la nariz al viento». La promoción del discurso rusófobo en el espacio informativo fue constante, acompañada de nuevas formas de influencia psicológica sobre la comunidad mundial para formar una cosmovisión de rechazo a todo el mundo ruso. Esto se debió principalmente a la rivalidad geopolítica, al deseo de los «mil millones de oro» de la humanidad de mantener su propia hegemonía en el mundo. Esto explica la evolución de las prácticas de rusofobia en Occidente: del rechazo de la política rusa al rechazo del pueblo ruso, de las formas de antipatía y compromiso político, de la «cultura de la cancelación» a las diversas formas de discriminación contra la población rusoparlante y la manifestación real del racismo.